sábado, 8 de mayo de 2010

MI CONFRONTACION CON LA DOCENCIA

No sé exactamente porque, pero la experiencia de apoyar o acompañar a otros en sus aprendizajes llego sin dar aviso. A los 15 años en el verano entre la secundaria y el inicio de la preparatoria, acepte sin pensar la oferta de asesorar a un vecinito de primaria, a quien había ayudado algunas veces con su tarea o en investigaciones y quien aseguro a su mamá que yo podía darle clases. Al final de la semana ya tenía 8 niños de primaria y en la siguiente ya tenía 10 de primaria y 7 de secundaria.

Ya en la preparatoria, destacada por mi desempeño, me buscaban mis compañeros para que les diera clase y aceptaba con el afán de ser buena compañera y utilizarlo como practica para repasar lo que aprendía. Esto duro poco, ya que empezó una etapa bastante difícil para mí como adolescente y no pude seguir ayudando a mis compañeros en esa actividad, ocupada en ayudarme a mí misma, pero que finalmente me reforzó la convicción de ser psicóloga y encaminar mi energía hacia esa meta de superarme y nutrirme en mi proceso de crecer como ser humanos.

Al egresar de la carrera, ya con experiencia en el ejercicio de la profesión en el área de selección de personal, recursos humanos y capacitación, regrese a Tabasco para encontrarme con un maestro de la universidad que me invito a colaborar con él en la capacitación. El trabajo con adultos es distinto, fascinante, no hay que perder tiempo en organizarlos para que se callen o realicen las actividades. Sin embargo llego a mi vida otro gran apasionamiento: mi primera hija, al nacer ella, deje la psicología, la capacitación y el trabajo en pos de la enorme tarea de ser madre.

Un año y medio después acudí a una invitación para conocer una propuesta de trabajo en la preparatoria donde estudie y a la semana siguiente me encontraba ante un grupo de alumnos, de distintos planteles que llegaban a regularizarse, en materias reprobadas. Estudiar siempre ha sido algo gratificante para mi, así que me embarque en ello para dominar los contenidos de las materias, y no quise navegar sin saber quiénes eran mis compañeros de viaje, por lo que a través de Orientación Educativa comencé a interactuar con los alumnos, a conocer de aquellos chicos repetidores cuales eran las situaciones que los llevaron a reprobar sus materias, recuerdo en particular a una chica que se acercaba frecuentemente a platicar conmigo sobre sus preocupaciones e inclusive muchas veces me quede después de los horarios de clase para escucharla y orientarla, y me llevo a recordar mis propios conflictos para enfrentar mis miedos y problemas de esa edad. Cuantos momentos amargos y difíciles no habrían ocurrido, si un profesor o profesora con otra visión me hubiese regalado su atención.
Cuando me percate de esto, decidí ser docente por la convicción de que hay muchas jóvenes que requieren de un maestro interesado en ayudarles a levantar el vuelo. Estoy convencida que ser docente es una misión, es una oportunidad de engrandecer el espíritu, entregados a la creación de espacios oportunos para el crecimiento integral de nuestros alumnos. Es ser capaces de incondicionalmente entregarse al engrandecimiento de otro ser humano. Como cuando nos esforzamos y preocupamos por nuestros hijos, solo que es más generoso hacerlo por otros. A partir de entonces he recorrido un camino de preparación para mejorar mi desempeño como docente, tomo todos los curso, leo y busco información para dominar los contenidos de mis materias y las técnicas de enseñanza, etc., me ocupa la docencia la mayor parte, pero tengo claro que mi carrera (trayectoria laboral) es un contexto más amplio que la profesión la cual repito me apasiona y también en ella he procurado superarme pensando en dar lo mejor para mis alumnos y para mí por supuesto. Debo decir que ser docente me ha implicado toda clase de sentimientos y situaciones, desde los tiempos invertidos a preparar materiales para las clases, que requieren disponibilidad de tiempo extra para ocuparlo en la preparación y luego en la calificación de trabajos o exámenes, hasta aquellos relacionados con asignar tiempo, dinero y emociones para extender una mano a alumnos con problemas de todo tipo.
Estar en la Educación Media Superior me significa un gran compromiso, participar en la formación de jóvenes que están en la edad de definir sus gustos, intereses, preferencias y aptitudes a partir de los cuales determinan sus proyectos de vida, eligen sus profesiones e inclusive a sus parejas es realmente una gran misión porque nuestro consejo, orientación e inclusive nuestra propia personalidad y carisma son parte de este rompecabezas que los adolescentes viven en el bachillerato.
En lo personal he recibido muchas satisfacciones, al ver a cada muchacho o muchacha egresar transformado en otra persona distinta y mejorada de la que ingreso tres años atrás. Es una gran recompensa saber que allí en el salón de clases interactuando con ellos o solo dedicado a hacer que aprendan, estas influyendo en sus vidas, solo realizando tu trabajo. Cuando mis alumnos de 6º tienen su examen final de Orientación Educativa, este consiste en un taller de despedida de seis horas donde reflexionan en torno a distintos aspectos sobre lo vivido y sobre sus proyectos de vida, ahí les pido que lleven cartas donde escriben a quienes ellos elijan para compartirles sus reflexiones, hace tres años una chica me dejo un carta donde me decía: “Maestra, yo nunca platique con usted, ni en el salón ni fui a su oficinita a asesoría, solo la escuche en clases y quiero decirle que aprendí mucho, cuando nos aconsejaba y nos decía que nosotros podíamos y que nos valoráramos, no sé si usted sabia de mis problemas, porque parecía que lo decía para mí, yo le agradezco por todo lo que me ayudo”. A veces no necesitas dar un extra solo con hacer lo que te toca ya tocaste la vida de los demás. Y también tiene insatisfacciones y fracasos cuando crees que llevas preparada la mejor clase y no quieren trabajar así, cuando parecen comprender y reprueban, cuando les diste confianza y te roban, cuando los tratas con amabilidad y son groseros o prepotentes, cuando hay que rellenar formatos y más formatos, hacer reportes, dosificaciones, calificar exámenes, etc. Muchas veces me he sentido frustrada por lo que hago mal, decepcionada de mi misma porque no acerté a hacer bien actividades sencillas o desilusionada cuando desvaloran mis esfuerzos, o los alumnos no responden como espero, y me han dado ganas de tirar la toalla, he llorado de impotencia y me he deprimido, pero no desisto, en lo personal al ponerlo en la balanza vale la pena porque la oportunidad de contagiarte de la energía de los jóvenes y sentir que tu trabajo ayuda a la formación de mejores ciudadanos es estar como docente contribuyendo en tu comunidad.
Reconozco que soy una persona empecinada en hacer aquello en lo que creo, y que como todos inicie aprendiendo de mis errores y mis aciertos, mi referencia de aprendizaje han sido los alumnos, estoy segura sigo cometiendo muchos errores y por ello tengo la disposición en obtener nuevos aprendizajes que me permitan ser un docente no solo comprometido, también competitivo en esta labor.
Muchas veces he escuchado de compañeros –sabes, cuándo te mueras nadie te va a levantar un monumento. Es verdad, probablemente ningún alumno lo hará, ni tampoco mi familia, solo habrá una lapida que espero diga: “Mujer, psicóloga, esposa, madre, docente, amiga y ser humano apasionado de ser todo a la vez”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Martha me encanta la manera en la que redactas, mueves emociones, como maestro tienes que pasar por muchas etapas no solo como un simple benefactor de conocimiento tal vez algunos alumnos valoren más nuestro esfuerzo que otros pero eso no debe desalentarnos, puedo percibir que eres una mujer fuerte y de gran corazón, puede ser que cuando alguien muera no sea reconocido, pero en algún momento alguien pensara “recuerdo a esa persona …” eso es dejar huella.